Una tarde de ‘hardcore’ en El Salvador

El siguiente relato muestra cómo se vive un concierto de hardcore en El Salvador, una tocada vespertina organizada el pasado domingo 10 de Julio, un show para desearle suerte a dos bandas que hoy, viernes 15 de Julio, inician una serie de tocadas en Costa Rica. Estas bandas son Toma El Riesgo y Reaxion.

Semanas atrás, mi felicidad fue agregar a mi colección de discos el álbum “Start Today”, de la banda de hardcore punk neoyorquina Gorilla Biscuits. Para algunos, el hardcore es así, una adicción que inicia en la adolescencia y puede durar toda la vida; para otros es más, es su código, su estilo de vida, su familia.

Y como buena familia, la escena hardcore guanaca organizó el pasado domingo 10 de julio un show para “desear buena suerte” a las dos bandas que mostrarán el nivel de la escena salvadoreña en el extranjero. El evento llevaba por nombre “Brotherhood Show”, estaba citado para las 2:00 de la tarde y los grupos que —de acuerdo al afiche— tocarían eran: Con Valor Para Vencer, Toma El Riesgo, Reaxion, Sentencia, Fuerza & Coraje y D.O.C.

El hardcore, como otras subculturas, padece de estigmas. Así que el reto del organizador de un concierto de estos inicia desde encontrar el lugar más adecuado. Para el “Brotherhood Show” fue Dublín, un bar ubicado en Paseo El Carmen, Santa Tecla.

Llegué a las 2:45 p.m. En el bar, las mesas y las sillas estaban apiladas al fondo, dejando espacio para una especie de dance floor para el mosh pit. No había tarima ni nada que se le pareciera. Una banda hace el soundcheck y en la TV pasan videos de Rancid. En la entrada, dos chicas están encargadas de cobrar el cover de $5 dólares. A quien lo pagaba, le dibujaban una equis en la mano con un marcador.


“Armar un show de hardcore en El Salvador significa una gran esfuerzo. En El Salvador lo que se vende es cumbia, merengue y cosas así. Esto no es un negocio. Acá el que organiza un show es porque tiene la necesidad de tocar con una banda. Esto es así desde los tiempos del Hardcore Café. Nosotros éramos aquellos niños que hacían aquellos conciertos; hoy somos adultos con trabajos, pero también con la pasión por los instrumentos. A mí me gustó esto de armar eventos. No queda ganancia; sale apenas para pagar el sonido y a los músicos, pero nos queda la satisfacción de que la gente se va feliz”.

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